España y la histeria belicista europea
Carmen Parejo Rendón
RT Noticias
Durante la semana pasada, distintos medios advertían que se prevé el mayor aumento del gasto militar en España desde hace 45 años. Todo esto ocurre de forma paralela a una progresiva privatización de la estructura social del Estado: sanidad, educación, servicios sociales, pensiones.
De forma generalizada, el gasto estatal aumenta mientras los servicios públicos agonizan y los precios han ido subiendo. El Estado, copiando políticas exportadas de EE.UU., ha intensificado la aprobación de ayudas, muy condicionadas a una situación de extrema pobreza, subvenciones y otros elementos, que solo garantizan el mantenimiento de las ganancias del gran capital, mientras que normaliza focos de pobreza sostenida. Tras años de defender políticas de austeridad para el gasto social del Estado, ahora resulta que sí que hay dinero para aumentar el gasto militar. “Es cuestión de prioridades”, nos advierten. ¿Cuáles serían estas prioridades?
España no es atacada militarmente por otro país desde 1898, cuando inició la guerra hispano-estadounidense por el control de Cuba. En ese sentido, ¿a qué atiende este aumento del gasto militar? ¿Cuáles son las posibles amenazas que lo justificarían?
El Estado, copiando políticas exportadas de EE.UU., ha intensificado la aprobación de ayudas, muy condicionadas a una situación de extrema pobreza, subvenciones y otros elementos, que solo garantizan el mantenimiento de las ganancias del gran capital.
Desde una perspectiva de geopolítica básica podríamos plantear que el principal rival y por tanto la principal amenaza de España es Marruecos. Sin embargo, atendiendo a los recientes acuerdos entre la monarquía marroquí y el gobierno de Sánchez, esta supuesta amenaza parece falaz.
Es muy improbable que Marruecos ataque a un Estado tan amable que, vulnerando lo establecido por Naciones Unidas y sus propias responsabilidades internacionales como potencia administradora, ha otorgado recientemente territorio que no le pertenece a Marruecos, como los del Sáhara Ocupado.
Sin embargo, no debemos caer en análisis simplistas, objetivamente Marruecos y España pueden entrar en conflicto por diversos motivos, como pueden ser los acuerdos para la pesca, los controles migratorios o el estatus de Ceuta y Melilla.
El reino de España entró oficialmente en la OTAN en 1982 y en su estructura militar en 1999, vulnerando con ello el compromiso adquirido en el referéndum de 1986, que excluía la integración en esta estructura. Con ello, decían que garantizaban la seguridad debido a la clausula de Defensa Colectiva (Artículo 5).
Sin embargo, el Tratado de Washington especifica que los territorios abarcan desde el norte del Atlántico al Trópico de Cáncer, como es el caso de las Islas Canarias, pero no de Ceuta y Melilla.
Entre los debates que se han dado en España en relación con este asunto, los defensores de la participación de España en la OTAN aluden a que durante el Concepto Estratégico aprobado en la cumbre de Lisboa (2010), algunos países como Polonia solicitaron que se usara la consulta del artículo 4, con el objetivo de debatir la intervención de la OTAN para proteger territorios cercanos a los países de la Alianza y que está opción podría ser planteada por España en el caso de confrontación en relación con el statu de las ciudades de Ceuta y Melilla.
No obstante, el actual régimen marroquí es funcional a los intereses de EE.UU. (y también de Francia). Además, está considerado, desde 1989, como Aliado importante no-OTAN, junto con otros países como Japón, Australia o Israel. Por lo tanto, solo si el actual régimen marroquí, instrumental a estos intereses, cayese o dejase de defender estos intereses, sería viable el escenario que presentan los más fervorosos defensores del atlantismo en España.
Dejando a un lado la más que improbable amenaza de Marruecos, ¿cuál sería entonces la justificación para el aumento de gasto en la actualidad? ¿qué es lo que, según Pedro Sánchez, nos está amenazando al nivel de semejante aumento del gasto militar, en un contexto social y económico tan sensible?
¿Cuál sería entonces la justificación para el aumento de gasto en la actualidad?, ¿qué es lo que, según Pedro Sánchez, nos está amenazando al nivel de semejante aumento del gasto militar, en un contexto social y económico tan sensible?
Durante el gobierno de Donald Trump se produjo cierta tensión entre EE.UU. y los socios europeos de la Alianza Atlántica. Uno de los motivos clave fue la exigencia del aumento de la aportación que estas naciones debían realizar a la OTAN, hasta el 2 % de su PIB. Con la llegada de Joe Biden la cosa cambió y hoy por hoy todos los miembros han ido aumentando no solo su gasto militar, sino sus aportaciones directas e indirectas al organismo.
El 14 de junio de 2021, los países de la OTAN se reunieron en Bruselas. En ese encuentro se perfiló el Nuevo Concepto estratégico de la Alianza, que sería ratificado en la cumbre de Madrid un año después. Los nuevos objetivos del bloque se centraban en perfilar a Rusia como su principal amenaza y a China como adversario a tener en observación.
Las relaciones entre Rusia y España, sin embargo, se han mantenido más o menos estables durante todos estos años, incluyendo distintos acuerdos económicos y de intercambio cultural. No obstante, los picos de tensión siempre han estado relacionados con la participación de Madrid en otros organismos como son la UE o la OTAN, o por escenarios de ‘fake news’, como el que acusaba al Kremlin de estar detrás de los movimientos independentistas en Catalunya, algo demostrado como falso; o las declaraciones en 2019 de Josep Borrell, representante español de la diplomacia europea, calificando a Rusia como “viejo enemigo” de Europa, algo que después él mismo tuvo que matizar alegando que había sido una “malinterpretación” de sus palabras.
Lo cierto es que la OTAN se fundó en una mentira: una supuesta amenaza de invasión soviética al continente europeo. En 2021, casi un año antes del inicio de la Operación especial rusa, Biden decidió refundarla en otra falacia que une sus fundamentos históricos: una supuesta amenaza rusa en la actualidad.
“Putin quería menos presencia de la OTAN ahora tiene más y en sus fronteras”, declaraba Jens Stoltenberg, secretario general de la organización del Tratado Atlántico, durante un foro organizado por el Real Instituto Elcano, como parte de las actividades de la cumbre de la alianza atlántica en Madrid, en 2022.
Esta frase adquiere un especial significado, si se atiende en contexto. Un año antes, tras el encuentro en Bruselas que definió la Doctrina Biden ante la OTAN, el presidente estadounidense se reuniría con su homólogo ruso, Vladímir Putin, en Ginebra.
A raíz de ese encuentro se produciría otro, a través de videoconferencia, y una llamada telefónica que sería parte fundamental de la antesala del aumento de la tensión que daría como resultado la operación especial rusa en Ucrania, que se inició el 24 de febrero de 2022.
La exigencia de Moscú siempre fue el compromiso por escrito de EE.UU. de no extender la OTAN hacia el este. La respuesta de Biden, a contramano, fue romper relaciones con Rusa y cercarla, en una acción coordinada con la Unión Europea (UE), mientras continuaba la expansión de la OTAN hacia el este.
Para muchos colectivos, la falta de transparencia detrás del gasto militar tiene que ver con la presión del lobby de la industria armamentística española: recordemos que el país europeo ocupa la octava posición en comercio de armas a nivel mundial.
Si la supuesta amenaza rusa es una mentira ampliamente conocida por todos, ¿a qué atiende esta espiral belicista de los países europeos y, en concreto, de España?
Desde hace años, distintos colectivos antimilitaristas, como el grupo Antimilitarista Tortuga, han realizado estudios para denunciar la opacidad del Estado Español al respecto del gasto en defensa.
Según los informes presentados, una tercera parte del gasto militar real está camuflado en partidas de otros ministerios que no son el de Defensa. Este gasto, según denuncian, no ha parado de incrementarse en los últimos años y ya superaría con creces ese 2 % que exigía la OTAN.
Para estos colectivos, la falta de transparencia detrás de este gasto, tiene que ver con la presión del lobby de la industria armamentística española: recordemos que el país europeo ocupa la octava posición en comercio de armas a nivel mundial.
Esta industria, además, esta participada por el Estado, a través de empresas como Navantia, Airbus o Indra. Las puertas giratorias son una constante entre el Ejército, el ministerio de Defensa y los Consejos de administración de las empresas de armamento.
Por ejemplo, el jefe del Estado Mayor de la Defensa (JEMAD) hasta finales de 2020, Fernando Alejandre Martínez, dejó su cargo para convertirse en asesor de una de las contratistas del ministerio, la empresa Sener Aeroespacial. Pero no es el único caso, según el Centro Delàs de Estudios por la Paz, hasta 23 militares que habían ostentado altos cargos en el área de Defensa y 15 políticos habrían dado el salto al sector privado de la industria armamentística en los últimos años.
Entre los destinos de estas exportaciones se encuentra Marruecos, que en el plano de la teoría geopolítica sería el principal rival, pero que prácticamente renovó toda su infraestructura militar con armamento español. En el caso de otros países que pueden generar mayores controversias, como Arabia Saudita o Israel, ¿cómo puede defender Pedro Sánchez que la participación española en misiones de la OTAN o la UE se realiza por compromisos adquiridos, ocultando esta otra participación directa?
España, como el resto de países de la OTAN, está limitado en sus capacidades para desarrollar una política internacional autónoma por el seguidismo obligatorio de los socios atlantistas a los intereses de EE.UU.; no obstante, como otras naciones de la UE, también se está beneficiando de este estado de histeria belicista que se ha creado.
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