Este no es el fin de la pandemia del coronavirus. Veamos lo que pasó con el sida

Credit… Chip Hires/Gamma-Rapho, via Getty Images

 

Es profesor adjunto de Epidemiología en la Facultad de Salud Pública de la Universidad de Yale, activista del sida desde hace mucho tiempo y becario MacArthur en 2018.

 

The New York Times.- La primera década de los noventa fue, de muchas maneras, la más terrible en esos primeros años de la epidemia del sida en Estados Unidos. Las investigaciones sobre la enfermedad estaban a todo lo que daban, pero una droga tras otra fracasaba en su intento por frenar el VIH. Continuaron sin cesar los funerales para amigos y familiares de 20, 30, 40 y 50 y tantos y muchos de nosotros que corríamos el riesgo de enfermarnos habíamos perdido toda la esperanza de llevar una vida normal. Mis amigos y yo, que la mayoría habíamos terminado hace un par de años la carrera, vivíamos el momento porque no estábamos seguros de cuánto tiempo nos quedaba.

Mi primo Carl murió de un linfoma asociado al sida en julio de 1995. Ese también fue el año en el que me enteré de que yo también era VIH positivo.

Pero luego tuvimos suerte. En 1996, surgió una nueva generación de tratamientos llamados inhibidores de la proteasa que eran capaces de controlar el VIH. Los médicos hablaban del efecto Lázaro: ver cómo sus pacientes pasaban de estar agonizantes a gozar de salud. Me inscribí en un ensayo clínico y empecé a tomar los medicamentos ese mismo año. Estoy vivo gracias a ellos.

 

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