Subirse al guayabo hace bien

Por Salvador Hernández LANDEROS

Nunca imaginé que, a estas alturas de la vida, iba a subirme al guayabo dos o
tres veces por semana y, para presumir, que esto me hiciera sentir bien,
De no haberme subido tantas veces al guayabo, lo más seguro es que no me
hubiera distraído tanto como lo hice en esta temporada de primavera-verano.
Cuando las autoridades tomaron la decisión de que nos quedáramos en casa a
causa del Covid.19, busqué alternativas para distraerme en el confinamiento.
Leer, escribir, revisar archivos, limpiar libreros y aprender un poco más en
las herramientas tecnológicas actuales y hasta formatear páginas en portales.
Para el ejercicio físico busqué la música y bailando agarré el ritmo para barrer,
trapear, limpiar y pintar algunas paredes, además de bolear y hasta guisar.
Claro que también hice y hago largas caminatas, yendo de una recamara a
otra y de allí a la sala, o al patio. Mucho más seguido a la cocina y al comedor.
Todas esas actividades me han permitido equilibrar mis ansiedades y, sin
correr riesgos, cuidarme y cuidar a mi familia de un posible contagio.
Pero lo mejor fue subirme al guayabo dos o tres veces por semana. De no
haber sido por eso, tal vez hubiera tenido la tentación de salir a un parque.
Les cuento. Hace 5 años, un señor pasó por Los Pinos. Arrastraba unas ramas
de guayabo. Me las vendió y las sembré. Me ayudó mi vecino Paco.
Al tercer año dio pocos frutos. Al cuarto, un poco más. En marzo de este año,
hice lo que Lochita dice. “Con los árboles también hay que platicar”.
Así lo hice. Mi guayabo creció. Subí a cortarle ramas, a darle forma. Me dio
como mil guayabas que satisfecho compartí. Y está sembrado afuera de casa.
Mi sugerencia. Siembren un guayabo, háblenle bonito y… ¡súbanse seguido!
chavalolanderos@yahoo.com.mx

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