Reconocen la excelencia musical de “El Charcas” y Carlos Barbosa
Por Pedro García
Hace ya varias décadas, Antonio Rosas llegó a Monterrey proveniente de Charcas, San Luis Potosí, armado de sus primeras inspiraciones en los atributos de Orfeo para probar suerte y echó raíces para siempre. Al paso de los años, el joven músico se abrió paso y logró el reconocimiento de sus colegas, los filarmónicos regiomontanos, que lo rebautizaron con el gentilicio que le habría cobrar una extendida fama en el mundo musical: “El Charcas”.
El caso de Carlos Barbosa (“El Tío mayor” en la dinastía de los Barbosa) es aproximado: cuenta con una carrera de 62 años, misma que iniciara a la edad de un secundarista: a los 13 años ya había debutado en la música, de lo que habla su historia como integrante de la recordada orquesta Embajadores o la que encabezaba el afamado Gustavo Rubio Caballero, lo mismo que la Banda Cherokee. Ni qué decir de su carácter de músico fundador de la Banda Municipal de Monterrey.
Y como obras son amores…Carlos Barbosa fue aclamado por un Solo de trompeta que ejecutó en una melodía clásica, “Reunión de Etiqueta” donde “El Charcas” se lucía también en el piano. Luego, Sergio Barbosa, deja por tres minutos su trombón y, sumamente emocionado, se avienta con el bolerazo “Cómo fue” con su tío, magistral en la trompeta.
Mencionar a “El Charcas” es hablar de un filarmónico por los cuatro costados, dominador de los instrumentos de cuerdas, arreglista estupendo que ha ido fraguando un legado en pautas luminosas que colman de ensoñación los sentidos, pues como el propio Jorge Barbosa lo firma: “El Charcas” es un cerebro.
Barbosa, director de la Banda Municipal de Monterrey presidió un homenaje que se le rindió a “El Charcas” con la entrega de un trofeo que narra brevemente su larguísima trayectoria, y además, toda la música que se interpretó el pasado domingo se ejecutó con los arreglos del veterano filarmónico. También otorgó un trofeo al “Tío Mayor”, Carlos Barbosa.
Veo, atentos, al secretario de Desarrollo Social y Humano, Roberto Garza Leonard y a Luis Nevarez, coordinador de Cultura Popular. Los domingos, en los bajos del Palacio Municipal, el Ayuntamiento sostiene la tradición. Siempre hay una “convención de venerables damas y respetables caballeros” que retan, inquietantes, al músculo vital (sístole-diástole) bailando cha cha cha, cumbia, swing y hasta rock.
Un desafío mayor es cuando la Banda toca mambo, el ritmo que prende a la numerosa concurrencia.
¡Ah!, pero lo que sea de cada quien, cuando menos para este cronista, nada es comparable cuando sienta sus reales Su Majestad, el Danzón…y todavía más, cuando el público advierte a varias parejas de bailarines que, como cisnes, danzaban con maestría a la usanza de salón: rigor, y ritmo encantador.
A unos pasos de ellas, otra, llamativa pareja, bailaba en la cima de su particular inspiración.
La dama nos hizo recordar a las rumberas, acaso Amalia Aguilar o María Antonieta Pons. Mujer de cuerpo poderoso, espléndida cabellera, ataviada en púrpura y discretos accesorios dorados, se deslizaba en contagioso ritmo, acompasada a su pareja, caballero de saco, también purpurado, impecable pantalón oscuro y zapatos albinegros. Más allá, mi amigo Juan Ferré un bailarín de éxito, me vuelve a sorprender pues llegó tocado con un sombrero de ala de tanino, espectacularmente estampado, y ¡danzón dedicadoooooo…!